En el momento de la muerte de Pablo VI, el Colegio de los Cardinales había caído casi en su totalidad bajo excomunión por sus creencias heréticas y corruptas, por su falta de condenar tales creencias, y por ser la mayoría Masones o comunistas. El Espíritu Santo no podía presidir, por consiguiente, sobre éste Colegio de Cardinales y por tanto estaban impotentes para elegir un verdadero Papa.
Por consiguiente, la intervención del Cielo fue requerida, y vino en el mismo día que Papa Pablo VI murió (6 de agosto de 1978):
Nuestro Señor apareció al Obispo Padre Fernando (Clemente Domínguez y Gómez), que entonces se encontraba en una visita misionera a Bogotá, Colombia, y le anunció la muerte del último Papa de Roma. Al mismo tiempo, Nuestro Señor eligió al Obispo Padre Fernando como sucesor a Pablo VI, dándole el nombre Gregorio XVII cuya coronación oficial tuvo lugar unos días después, a su retorno a España.
El nuevo Papa, Gregorio XVII, transfirió la Sede de Pedro de la apóstata Roma a El Palmar de Troya el 9 de agosto, 1978, y desde ese momento la verdadera Iglesia de Cristo ha sido establecida en El Palmar de Troya y es llamada Iglesia Católica Palmariana.